Empieza a ser una obviedad decir que las nuevas tecnologías y las redes sociales han revolucionado nuestra sociedad. Porque realmente, en muchas ocasiones, lo que de verdad han hecho, es acentuar las demandas, las necesidades y las características de la comunicación ciudadana.
Si hasta ahora la cultura popular decía que “las personas comemos por los ojos”. Si con la llegada del vídeo, murió la estrella de la radio y, si definitivamente, “una imagen vale más que mil palabras”, con Internet, el consumo audiovisual se desborda.
No me extraña que libreros y editores estén preocupados porque actualmente, si algo se puede ver en imágenes, nadie elije un texto para conocerlo.
¿Es la comodidad? ¿es la mejor extrapolación de la realidad?¿es la percepción del si no lo veo, no lo creo?
No sé si es una de estas razones o todas ellas, pero lo cierto es que ahora, hay que comunicar en imágenes si queremos, realmente, penetrar en el conocimiento de los ciudadanos.
Y esta premisa vale para todos: sector privado y sector público.
Instituciones y administraciones no pueden quedarse a verlas venir. Ahora eso no sirve. Si la institución no interactúa con el ciudadano, pierde su confianza. Si no le muestra para qué sirve, pierde su transparencia. Y si no es capaz de hacerle ver su utilidad, tal vez pierda hasta su razón de ser y se convierta en completamente prescindible.
O participan los ciudadanos en las instituciones, o serán los que provoquen un cambio de gobierno o de gestión. Pero hay que contar con ellos y para eso hay que comunicarse con ellos, como mejor lo entiendan.
Precisamente ahí, es donde las instituciones deben observar también su oportunidad y adaptarse a las nuevas y mejores formas de llegar a los ciudadanos y transmitirles lo que necesitan, porque a ellos se deben.
Y eso pasa sin duda, por la primacía de la imagen en movimiento, por el producto audiovisual.
Turismo, cultura, servicios sociales, servicios públicos, campañas de sensibilización, gestión pública, presupuestos, procesos de participación activa…cualquiera de la acciones, gestión o promoción de nuestro gobiernos e instituciones debe ser comunicado. Y debe comunicarse BIEN y EFICAZMENTE. Y ahora eso significa: audiovisual.
Ayuntamientos, comunidades autónomas, gobiernos nacionales, todos han de ser eficientes y eficaces y no sólo en su gestión contable, sino también en la comunicación con el ciudadano. Eso significa crear productos informativos de calidad, atractivos y claros. Pero sobre todo: crear productos que quieran ser consumidos por los ciudadanos.
De nada sirven mil folletos si no se leen, ni mil carteles si no los ven.
La imagen aquí vuelve a ser la clave. Un vídeo es más dinámico, más rápido en su comunicación y más útil que muchos productos más convencionales y de menor llegada.
Pero además, hemos de impulsar nuevos canales de comunicación audiovisual. Hemos de ser rigurosos y educar y educarnos en promover información audiovisual de interés, de calidad y sistemática. No vale comunicar de cuando en cuando, el ciudadano quiere conocer lo que sucede cada día y si es información de interés, de manera tan inmediata como podría informar la radio.
Eso lo podemos conseguir con productos audiovisuales más versátiles, más sencillo y por supuesto a través de Internet. Pero hay que ser rigurosos.
Algunos pueden pensar que el audiovisual es caro, pero no es cierto. Esa visión es un análisis simplista de quien no constrata la eficacia de la inversión. Y eso es síntoma de ser mal gestor. Por tanto, ahí también ha de haber cambios.
Al frente de la comunicación debemos encontrar expertos que midan su acción y no malgasten los recursos en inversiones poco productivas para su fin: en nuestro caso, comunicar a los ciudadanos.
Tal vez es el momento de aplicar (volviendo de nuevo a nuestros dichos populares) que “lo barato resulta caro”. Y no comunicar bien, puede salir muy caro a gobernantes y gestores públicos.
Ana Rosa Sanfeliu Edo
Consultora de Comunicación Estratégica